LOMCE: por qué y para qué

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Frente al concepto de educación que defendían las leyes anteriores, LOGSE y LOE, que se basaba en potenciar los valores que hacen posible la vida en sociedad, la convivencia democrática, el respeto mutuo, la lucha contra la discriminación y la desigualdad y la igualdad de oportunidades, tenemos la LOMCE.

Podemos decir que, cuando menos, esta ley es contradictoria, puesto que habla de educar ciudadanos críticos, pero al mismo tiempo elimina asignaturas, de las llamadas artísticas, como la filosofía y la música, que hacen reflexionar y crecer a las personas.

Esta ley tiene muchos aspectos cuestionables, el primero de ellos es la poca o nula importancia que se le da a los procesos, frente a la importancia desmedida de las calificaciones, que son tenidas en cuenta, y pueden condicionar el futuro de los estudiantes, desde edades muy tempranas, mediante las famosas reválidas. Esta supremacía de lo cuantitativo frente a lo cualitativo, nos hace reflexionar acerca de la poca importancia de las personas y sus circunstancias, frente a los números y los resultados, algo que, a nuestro entender, refleja la ideología de los precursores de esta ley.

En muchos aspectos esta ley se parece más a la Ley General de Educación de 1970, que a sus dos predecesoras, y es que la LOMCE es una ley bastante retrógrada, prueba de ello, es la potenciación de los colegios de enseñanza diferenciada, algo que a nuestro entender es antinatural e ilógico, puesto que si en el mundo hombres y mujeres han de convivir, ¿por qué han de separase en la escuela?

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Otro aspecto totalmente en contradicción con las normas anteriores es el carácter recentralizador de esta Ley, que apuesta por menguar la autonomía de los centros y las administraciones autonómicas y locales, frente al aumento del poder de decisión del gobierno central, lo que sin duda, atenta contra la determinación y la transmisión de la riqueza cultural de cada Autonomía.

Pero claro, qué podemos esperar de una ley unilateral como esta, que ha sido redactada y aprobada por el partido político en el poder, sin consensuarse con ninguna otra fuerza política y con una rotunda oposición por parte de todos los sectores implicados (profesionales de la educación, estudiantes y otras Administraciones).

En cuanto al currículum, todo aquello que contribuye al aprendizaje de los alumnos, o lo que es lo mismo, todos aquellos contenidos, todo aquel conocimiento, todo el saber que se quiere transmitir a las nuevas generaciones, en las sociedades democráticas, los adultos cedemos el derecho a decidir sobre éste a nuestros representantes políticos pero en España, éstos cambian el currículum cada vez que cambia el signo del gobierno.

De esta manera, lo que se transmite no es conocimiento académico o científico, sino que lo que principalmente se transmite es  ideología, una forma de ver y de pensar el mundo. Y no sólo a través de asignaturas como Religión o Formación del Espíritu Nacional, perdón, Valores Sociales y Cívicos, sino también a través de cualquier medio.

La LOMCE ha cambiado el currículum y, como he dicho antes, no se puede decir que este sea muy innovador, porque en ocasiones parece que se haya vuelto al currículum que de los años 70: no existencia de ciclos, no contenidos próximos como educación para la ciudadanía, controles sumativos más que formativos, etc.

Aparecen como troncales las instrumentales y la lengua extranjera, además de volver a la separación entre contenidos de ciencias de la naturaleza de los de ciencias sociales en lugar del Conocimiento del Medio. Parece ser que a nuestro gobierno la globalización sólo gusta para la economía.
Mi esperanza, que todo permanezca igual, porque pueden cambiar el BOE pero no a los maestros y las maestras que hacen su trabajo de un modo determinado y que tardarán en asimilar el nuevo currículum, una vez que lo hayan adecuado a su forma de hacer y de pensar.

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